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Antología Patética

  • Tomás Ragga
  • 2 mar 2024
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 4 ago 2024

desde que comenzaste a ser un marica ya empezaste a morir por dentro, empezaste a florecer uno a uno los claveles de este invierno, no somos más que desterrados herederos del trono, un trono, nuestro trono



no desees el amor cuando no lo sientas, no ames si no estás seguro, no desees si la moral no te deja, no respires si no hay que hacerlo, que el oxígeno ya está cansado de marchitar de ñata en ñata, todo eso y todo lo demás es una estúpida banalidad



de papel, que ni el papa estaría tan seguro de asumir, ni nadie que abuse de su poder, no le escribo a la nada, le escribo a un tú, a un usted, que a su merced tiene los gentiles servicios de este arrogante y pasado para la punta servidor, que no quiere más que venganza cuando le hablan de justicia y justicia cuando le hablan de desaparición, se me ocurren mil palabras la verdad, pero me quedo con estas tontas líneas improvisadas de andar ligero, en un día de lluvia. Todos los días llueve, todos los días son inviernos acá en el sur, todos los veranos nombrados por unos pocos dedos, son aquellos en los que podría graficar tu nombre y el mío, el de muchos y el de nadie a la vez



No estáis preparados para recibir a mi persona en una de tus tantas vidas, y así redimir la histórica y patente lucha que tenéis para afiebrar un poco la rendición del patrón ya existente, ese que va a repetirse por los siglos de los siglos y amén



Por una dos y tres y cuatro y cinco veces tengo que decirte que no, esta vez no, esta vez seré yo quien protagonice la historia, esta vez seré yo el principal, seré yo el que muere o deja morir a otros con tal de escapar, con este reparto no me queda más que decir que ya no viviré más en un estúpido mundo de banales tragos y pocos tangos, de tantas tantas y pocos tintos, ya no, ya no viviré con una familia que no desea verme la cara, ya no, ya no viviré más para que unos pocos se llenen la barriga después de una mañana de tenis, ya no, ya no viviré más con un grupo antisubversivo que mira la protesta desde la esquina, ahora seré yo la protesta, seré yo la barricada, seré yo esta piedra, ese camote ante el estado, seré yo y nadie más que yo el motivo de tu incomodo, seré yo la piedra en el zapato, seré yo la pisada de gigante que no deja ver la luz del sol, seré yo quien hará apagar tu luz, pero lo harás por tu cuenta, yo no te obligo a nada, seré yo quien no te deje dormir por las noches, seré yo y mi presencia quien no te deje un minuto en paz, seré yo quien, quien tu desees ser



no desistas cantaba el otro día, hoy solo llagas terminales del sufrimiento, las que deje atrás, igual que esa frase que me acojonaba las pelotas, me agarraba la cien para azotarme la cabeza contra un ventanal, y del otro lado, un tal sujeto en búsqueda de lo prohibido, en búsqueda de sentidos más horrorosos que pueden haber, mi diablo, mi propio demonio, ahí está la pesadilla del otro día, la de la carrera, la competencia poco poética y bastante inmunda del real sentir, no necesito más que tu voz por las mañanas y tus brazos por la noche, ninguna carrera, ninguna competencia ni sentido de coyuntura, hará que desista a la conmutación de mi veredicto



Baltazar le decían, treinta y seis era su apellido y setenta y cuatro su edad, se la sabía todas y creaba con una lucidez admirable, digna de ser ilustre en un novel. ahora está más viejo y menos activa su fertilidad ingeniosa, pero de igual manera sigue siendo el viejo lindo que conocí en la adolescencia



antes de que pase más tiempo, antes de que ya sea demasiado tarde, antes, antes de que te marches y seas otra más del vagón de metro y no te vea nunca más, antes, ante ti te digo que no estoy dispuesto a dejarte partir



el umbral de la puerta me saluda y me pregunta cómo estoy, la verdad es que nulo de pensamiento, sin poder sentir, así estoy, sin ti cada segundo muere una estúpida ilusión se ser feliz, por el ayer que no pude desarrollar, por el hoy que hasta ahora es improvisado, por el mañana, ese en el que estamos separados



cuento los pasos camino a casa, cuento las veces que dije que te amaba sin haberte amado y lo irresponsable que eso es, cuento un cuento sin límites de fronteras, cuento un cuento para dormir tranquilo en el derredor, en mi cómoda están alojadas tus fotos que próximamente quemare, aunque te deseo, no lo hago tanto



Si sé que no he amado, sí sé que no estando vivo pueda en una mentira vivir






no sé si tiene las ganas, no sé si sabes, ni deseas o anhelas la misma idea de revolución, desde las cordilleras que van al azar como venas quietas de una columna destrozada e inmóvil, desolada y demacrada por la incomprensión de no tener idea de su historia, y hacer de ella la tan tuya propia personal, historia de una ignorancia de personas siendo personas amateur, todos somos amateur en algún punto, en algún punto cordillerano todos somos frio, en algún punto periférico todos somos hambre, hambre por dos y tres



estimada, eres quien nunca idealicé, a quien nunca habría visto en la calle, a quien (hace un tiempo) ni siquiera hubiera dado ni la más mínima chance de conocer a este imbécil que te escribe, sí, es cierto, te pensé todos los días todo el día, nunca como tú, sino como yo, muy yo y mi pasión de no dejar fluir sentimientos por el solo hecho de amar y ser amado. Y es que contigo es fácil sentir, sentirlo todo, contigo no es necesario dejar de lado las responsabilidades, porque eso hace uno cuando está enamorado, deja todo atrás y se vuelve un idiota, contigo todo es muy lucido, contigo no necesito no necesito más



*Una versión preliminar fue publicada en el n°1 de Jauja, una revista del Colectivo Letra Suelta.


Por Tomás Ragga



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